Una salsa clásica entre los clásicos que se usa para dar contraste a las carnes, hecha con miel, mostaza, vinagre, aceite de girasol, nata, sal y pimienta.
En principio, bastaría con mezclar todos los ingredientes de la salsa de miel en un cuenco y batir hasta conseguir integrarlos todos, y sobre todo, hacer que el aceite se emulsione con el resto de productos.
Pero para que quede perfecta la salsa, a mí me gusta calentar primero la nata a fuego muy lento en un cazo pequeño, para luego diluir la miel por completo sin dejar de remover, y una vez logrado esto, añadir el resto de ingredientes: la mostaza (a mí me gusta usar mostaza fuerte, del tipo Dijon Original, para lograr un buen contraste), el vinagre y el aceite de girasol.
Después de unos minutos removiendo con unas varillas de mano, en el momento que la elaboración adquiera la apariencia de una salsa perfectamente integrada, añadiremos pimienta al gusto y un pellizco de sal, y la dejaremos reposar a temperatura ambiente hasta el momento de servirla o añadirla a la carne.
Foto orientativa: Elanas Pantry
En vez de nata, se podría usar también leche evaporada, que aporta menos grasa y una consistencia similar.
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Una salsa deliciosa a la vez que bonita a la vista, con la fruta de la pasión, la miel, el caldo de carne y el azúcar, como principales protagonistas.
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Esta salsa con base de bechamel y un aderezo de alcaparras, anchoas y perejil, realza muchísimo el sabor de las carnes hervidas.
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