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Deliciosas rosquillas con aroma a azahar, fritas y cubiertas de una crujiente capa de glasa de azúcar y mantequilla. Un desayuno
En un bol grande, haremos la masa de las rosquillas glaseadas. Para ello, mezclaremos el azúcar con los huevos, el aceite, la leche, el agua de azahar (opcional), la levadura, la ralladura de limón y un pellizco de jengibre en polvo (opcional).
Cuando esté todo bien mezclado, añadimos la harina y la incorporamos con una espátula hasta conseguir una masa homogénea y sin grumos. Seguramente haya que terminar de amasarlo con las manos.
Cuando la masa esté lista, hacemos con las manos bolitas del tamaño de una pelota de golf, y les hacemos un agujero grande en el centro para darles la forma de rosquilla (antes de freírla la roca será algo más pequeña que la palma de la mano). Si quieres, puedes hacerte el trabajo más sencillo untándote las manos con un poco de aceite.
Según vayamos friéndolo las que serán nuestras rosquillas glaseadas, las vamos echando a una sartén con abundante aceite caliente, pero no muy muy caliente, ya que se deben dorar poco a poco para que la levadura haga efecto y las rosquillas glaseadas tengan un tamaño considerable.
Una vez que están fritas las rosquillas, las vamos sacando sobre papel absorvente y las dejamos enfriar mientras hacemos la glasa. Para ello, mezclamos en un cazo la mantequilla derretida con el azúcar glass y un chorrito de agua. Cogemos las rosquillas fritas, las bañamos por uno de sus lados en la glasa, y las ponemos en una placa de horno sobre papel de hornear, con el lado glaseado hacia arriba.
Para que la glasa solidifique, metemos las rosquillas 1 minuto al horno caliente y listas, ya verás como estas rosquillas glaseadas les encanta a todos.
Foto orientativa; tommy.chheng
Si quieres, a la glasa puedes añadirle un poco de colorante, o hacer varias de distintos colores, y les darás un toque de color muy bonito a estas rosquillas glaseadas
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